viernes, 18 de junio de 2010

Mi experiencia en la Peña de Jaime

Como toda Peña itinerante, además de "Génesis" ha tenido varias casas como la ex "La Maga" del barrio de Flores, la ex "Bologna" en el de Floresta...

Conocí la "Peña de Jaime" por el año 2004, cuando funcionaba en el Bar "Genesis" de la esquina de Hipólito Irigoyen y Combate de Los Pozos (en el Barrio Porteño de "Congreso). Vi a un cantor magníficamente acompañado por dos guitarristas -luego supe que se llamaban Carlos Peralta y Nazareno Altamirano- y entré; o mejor dicho, entramos con Paula, mi mujer.

Ya sentados a la mesa y apenas habíamos pedido un par de cafés, se acercó un personaje afable y con cara de buen anfitrión y nos preguntó si alguno tenía ganas de subir a cantar. Preguntarme a mi eso, es más o menos como -exceptuando toda comparación de calidad futbolística y/o vocal- preguntarla a Palermo o a Batistuta, si tienen ganas de meter un gol cuando están pululando en el área rival. Por lo tanto, mi respuesta fue afirmativa.

Un rato después anunció desde el micrófono que desde esa noche contarían con la presencia de unos nuevos amigos y me invitó a subir al escenario. Ya sobre el mismo - lo recuerdo como una pequeña tarima- un guitarrista de anteojos y cabello negro, vestido al tono, me preguntó qué iba a cantar -luego me enteraría que era el primero de los "Clones de Grela vestidos de negro" que iba a conocer: Don Carlos Peralta (en aquel momento junto a Nazareno Altamirano)- me preguntó qué iba a cantar y en qué tono. Pasaron por mi mente todos los asados y todos los fogones en los que sólía ser velozmente silenciado al grito de -¡Una que sepamos todos!. Esas reuniones en las que sólo me permitían agarrar la guitarra cuando lograba convencer al resto de las personas que era imposible que todos jugáramos al truco si eramos un número impar de concurrentes.
Bueno, vino a mi mente uno de los "Hits" de aquellas ocasiones (Yira Yira, de Enrique Santo Discépolo) un tango cuyas imágenes me había ayudado a valorar mi viejo cuando era pibe y decidí que, por lo menos iba a estar inmunizado contra la expulsiva consigna con la que se me silenciaba en aquellas tertulias. Seguro que Yira Yira, iba a ser conocido por todos y que a lo sumo me iban a gritar: ¡Ahora cantate una que sepas cantar...!

La experiencia debe haber sido buena, ya que durante estos años tuve varias reincidencias y me fui convirtiendo en un visitante crónico de estos lugares.

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